Autor: Julio Cortázar
Como los escribas
continuarán, los pocos lectores que en el mundo había van a cambiar de oficio y
se pondrán también de escribas. Cada vez más los países serán de escribas y de
fábricas de papel y tinta, los escribas de día y las máquinas de noche para
imprimir el trabajo de los escribas. Primero las bibliotecas desbordarán de las
casas; entonces las municipalidades deciden (ya estamos en la cosa) sacrificar
los terrenos de juegos infantiles para ampliar las bibliotecas. Después ceden
los teatros, las maternidades, los mataderos, las cantinas, los hospitales. Los
pobres aprovechan los libros como ladrillos, los pegan con cemento y hacen
paredes de libros y viven en cabañas de libros. Entonces pasa que los libros
rebasan las ciudades y entran en los campos, van aplastando los trigales y los
campos de girasol, apenas si la dirección de vialidad consigue que las rutas
queden despejadas entre dos altísimas paredes de libros. A veces una pared cede
y hay espantosas catástrofes automovilísticas. Los escribas trabajan sin tregua
porque la humanidad respeta las vocaciones y los impresos llegan ya a orillas
del mar. El presidente de la República habla por teléfono con los presidentes
de las repúblicas, y propone inteligentemente precipitar al mar el sobrante de
libros, lo cual se cumple al mismo tiempo en todas las costas del mundo. Así
los escribas siberianos ven sus impresos precipitados al mar glacial, y los
escribas indonesios, etcétera. Esto permite a los escribas aumentar su
producción, porque en la tierra vuelve a haber espacio para almacenar sus
libros. No piensan que el mar tiene fondo y que en el fondo del mar empiezan a
amontonarse los impresos, primero en forma de pasta aglutinante, después en
forma de pasta consolidante, y por fin como un piso resistente, aunque viscoso,
que sube diariamente algunos metros y que terminará por llegar a la superficie.
Entonces muchas aguas invaden muchas tierras, se produce una nueva distribución
de continentes y océanos, y presidentes de diversas repúblicas son sustituidos
por lagos y penínsulas, presidentes de otras repúblicas ven abrirse inmensos
territorios a sus ambiciones, etcétera. El agua marina, puesta con tanta
violencia a expandirse, se evapora más que antes, o busca reposo mezclándose
con los impresos para formar la pasta aglutinante, al punto que un día los
capitanes de los barcos de las grandes rutas advierten que los barcos avanzan lentamente,
de treinta nudos bajan a veinte, a quince, y los motores jadean y las hélices
se deforman. Por fin todos los barcos se detienen en distintos puntos de los
mares, atrapados por la pasta, y los escribas del mundo entero escriben
millares de impresos explicando el fenómeno y llenos de una gran alegría. Los
presidentes y los capitanes deciden convertir los barcos en islas y casinos, el
público va a pie sobre los mares de cartón a las islas y casinos, donde
orquestas típicas y características amenizan el ambiente climatizado y se baila
hasta avanzadas horas de la madrugada. Nuevos impresos se amontonan a orillas
del mar, pero es imposible meterlos en la pasta, y así crecen murallas de
impresos y nacen montañas a orillas de los antiguos mares. Los escribas
comprenden que las fábricas de papel y tinta van a quebrar, y escriben con
letra cada vez más menuda, aprovechando hasta los rincones más imperceptibles
de cada papel. Cuando se termina la tinta escriben con lápiz, etcétera; al
terminarse el papel escriben en tablas y baldosas, etcétera. Empieza a
difundirse la costumbre de intercalar un texto en otro para aprovechar las
entrelineas, o se borra con hojas de afeitar las letras impresas para usar de
nuevo el papel. Los escribas trabajan lentamente, pero su número es tan inmenso
que los impresos separan ya por completo las tierras de los lechos de los
antiguos mares. En la tierra vive precariamente la raza de los escribas,
condenada a extinguirse, y en el mar están las islas y los casinos, o sea los
transatlánticos, donde se han refugiado los presidentes de las repúblicas y
donde se celebran grandes fiestas y se cambian mensajes de isla a isla, de
presidente a presidente y de capitán a capitán.
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